Los creadores del Circulo Mágico de Arcos de la Frontera
entendían que el círculo son las cuatro funciones de la consciencia: pensar,
sentir, intuir y percibir. Para ellos, el cuadrado era la expresión geométrica
de la «cuaternidad» (combinación y ordenación regular de cuatro elementos),
encarnando lo antidinámico, lo quieto, la estabilización de la perfección y su
superposición nos muestra las relaciones entre cielo y tierra, además los
cuatro elementos, las cuatro estaciones, las cuatro edades de la vida, pero
sobre todo, los cuatro puntos cardinales suministrando orden y fijeza al mundo.
Esto no les impedía captar el carácter femenino que suele atribuirse al
cuadrado como símbolo preferentemente de la tierra, en oposición al carácter
masculino que se advierte en el círculo.
Esencialmente es el viaje para conocerse a uno mismo,
conocer el mundo y conocer la realidad, la fuente, Allah. Es un viaje en donde
el ego se desmantela de las armaduras que cubren el corazón y el espíritu para
alcanzar la plenitud, en donde lo Absoluto se manifiesta en la vida cotidiana,
estado que permite al buscador saborear el momento.
El sufí en este lugar es el hijo del instante, se
esfuerza por alcanzar la espiritualidad en la vida cotidiana. Es el que pone
empeño por vivir en el Aquí y en el Ahora sin estar esclavizado por los
condicionamientos negativos del pasado, se siente proyectado al futuro con la
idea de desarrollar lo mejor de sí mismo y con el deseo de conocer al Amado a
través de Su manifestación.
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